lunes, 24 de agosto de 2009

La crónica

La crónica[1]
Por: Andrés Puerta

En su Curso de redacción, Gonzalo Martín Vivaldi define a la crónica como “una información interpretativa y valorativa de los hechos noticiosos”. Alex Grijelmo en El estilo del periodista dice que es la información combinada con la “visión personal del autor”. El Manual de redacción de El Tiempo afirma que “la crónica desarrolla un aspecto secundario o de color de un acontecimiento que generalmente ya ha sido objeto de tratamiento noticioso”. Cómo hacer periodismo, de Editorial Aguilar plantea que la crónica “tiene la misión primordial de informar sobre hechos noticiosos de actualidad, diferencia “es que el cronista narra con tal nivel de detalles que los lectores pueden imaginar y reconstruir en su mente lo que sucedió”.

La crónica es uno de los géneros más ricos, más elaborados, que más relación tiene con la literatura. Que requiere más cuidado. En la crónica, como en el cuento, se pueden aplicar las palabras de Julio Cortázar y comparar la relación con el lector con un combate de boxeo en el que hay que ganar por knockout, desde el principio, sin darle tregua. Con un titular, que sea “resumen y expresión exacta” del suceso, como decía Eduardo Cano, o como los que describía Álvaro Cepeda Samudio (1977) en su texto Viendo Titulares:

Como las mujeres, los titulares forman un mundo polifacético que expresa su emoción de muchas y muy variadas maneras. Los hay, como las colegialas tímidas, que apenas asoman el cuerpo de la noticia por entre los pliegues espesos de los tipos rectilíneos y enlutados; detrás de un titular quinceañero puede esconderse una gran noticia y puede estar sobre una solemne majadería; todo depende de la perspicacia del hacedor de titulares.

Otros son tan coquetos, incitantes y llenos de esquiveces como cualquiera de las más cotizadas vampiresas del alto mundo. Empinado sobre un tipo de grandes proporciones nos llama la atención, exactamente como la vampiresa cuando pasea por los vestíbulos lujosos su enorme escote, pero al seguir viéndolos descubrimos que en la segunda línea se achica, se pierde en arabescos tipográficos, pero cuando ya lo vamos a abandonar nos hace un guiño incitante, que nos obliga a adentrarnos en la lectura de la noticia. (Cepeda, 1977, p. 59).

También debe tener un principio que invite a la lectura, que se meta en la conciencia del lector, que lo obligue a no pararse. Un principio contundente, corto, pero sustancioso, que resuma en pocas palabras la historia que va a contar, pero que guarde información, que se reserve detalles que más adelante alimentarán la hoguera de la curiosidad del lector. Principios como los de la escuela norteamericana, o como los de una escuela latinoamericana, encabezada por Juan Villoro, Martín Caparrós, Alberto Salcedo y por uno de sus mejores exponentes: Julio Villanueva Chang. Principios como ese de su texto Por amor al chancho: “La vida le ha pagado con la moneda del desprecio: acaba de cumplir veinticinco años vendiendo alcancías en la calle, y no ha ahorrado un solo centavo” (Villanueva, 1999, p.167).

La crónica debe tener un cuerpo que contenga información en cada párrafo para mejorar el ritmo, que mantenga la atención del lector, con una estructura que no decaiga.

Debe usar la anécdota, esos detalles que enriquecen, que hacen más amena la lectura, que ayudan a producir sensaciones en el lector. Anécdotas como las que usan los grandes maestros del periodismo Caribe, como Juan Gossaín (2003), en La Semana Santa de Santo Tomás
Aparece una comparsa a cuya cabeza desfila un helicóptero hecho con trapos, pedazos de cartón y alambre. En el fuselaje, con grandes letras burdas, tiene una leyenda: Fuerza Ambrienta de Colombia, FAC:

Pienso, para mi propio mal, y le digo al capitán del helicóptero, a gritos:
-¡Hambre se escribe con ‘h’!
Él me mira con lástima y se ríe. Me responde a gritos:
-Lo que pasa es que teníamos tanta hambre que nos comimos la ‘h’.
Y quedo como un pendejo, callado en medio de su risotada, porque nadie me manda a meterme en lo que no me importa. (Gossaín 2003, p. 97).

El último elemento de la crónica debe ser con un final que sea contundente, que dé la idea de que la historia ha tenido un desarrollo circular, que no se dejó ningún detalle suelto, que se respondieron todas las preguntas.

Características de la crónica

La denominación de crónica se origina en el vocablo latino Chronicus, que significa aquello que sigue el orden del tiempo. En sus inicios se suponía que lo que se hacía en la crónica era registrar la sucesión temporal de los hechos. Durante años, en esta forma de escritura predominó la narración lineal. Ahora se mantiene el nombre de crónica, pero ya no se tiene la exigencia de una escritura lineal en el tiempo, aunque sí se debe mantener un registro de ese tiempo que transcurre. Se puede empezar una historia con un acontecimiento que sucedió al final, o en la mitad. Eso sí, al lector debe quedarle claro cuál de las acciones ocurrió primero.

Antonio Castro Leal (1946), en el prólogo a Cuentos vividos y crónicas soñadas determina algunas de las características de la crónica

La crónica imponía como condiciones fundamentales que se dejara leer fácilmente y que atrajera e interesara al lector. Para dejarse leer fácilmente debía de estar escrita en una prosa fluida, ágil, sin comienzo ni dificultades para el lector; para atraer e interesar, tenía que tratar temas de actualidad, ofreciendo, sin bombo ni ruido, nuevos puntos de vista, reflexiones originales (…) agregándole su imaginación incitada, la dosis de poesía o de humorismo o de filosofía que era necesaria. (1971, p. IX).

La crónica es una zona de tránsito libre, en la que confluyen distintas disciplinas es narrativa, descriptiva y opinitaiva. Además hay una búsqueda del rostro de la noticia que nos introduce Tomás Eloy Martínez y que es profundizado por Manuel Gutiérrez Nájera (1943) en Obras inéditas: Crónicas de Puck:

La crónica propone una épica con el hombre como protagonista, narrado a través de un yo colectivo que procura expresar la vida entera, a través de un sistema de representación capaz de relacionar las distintas formas de existencia, explorando e incorporando al máximo las técnicas de escritura. (Gutiérrez, 1943, p. 62).

En la crónica hay una necesidad de buscar unos protagonistas diferentes de la historia, ya busca enaltecer a los políticos y a los letrados, ya se procura que los actores principales sean gente del pueblo. La crónica representa la realidad y la realidad está plagada estos nuevos protagonistas, por eso es un género que se convierte en una manera de de expresar la vida misma, a través de distintas maneras de narrar. Esta versatilidad que permite la crónica es analizada por la teórica Susana Rotcker (2005) en su texto La invención de la crónica.

La crónica se concentra en detalles menores de la vida cotidiana, y en el modo de narrar. Se permite originalidades que violentan las reglas de juego del periodismo, como la irrupción de lo subjetivo. Las crónicas no respetan el orden cronológico, la credibilidad, la estructura narrativa característica de las noticias ni la función de dar respuesta a las seis preguntas. (Rotcker, 2005, p. 226).

Es claro que la crónica se preocupa por encontrar la poética de la realidad, por contar detalles de la vida cotidiana o la existencia de personajes con una tendencia al anonimato.

Para un gran cronista como José Martí (LXXIII) las crónicas deben:

Hacer llorar, sollozar, increpar, castigar, crujir la lengua, domada por el pensamiento, como una silla cuando la monta un jinete; eso entiendo yo por escribir.-No tocar una cuerda, sino todas las cuerdas.-No sobresalir en la pintura de una emoción, sino en el arte de despertarlas todas. (pp.133-134).

A pesar de sus libertades y de ser una zona en una especie de puerto en el que no se cobran aranceles, la crónica se debe a la realidad, a una representación de la realidad, en la que es necesario un retrato fiel; pero también tiene en cuenta el compromiso con la forma y por eso se deben tener en cuenta elementos como la necesidad de mantener un ritmo. Castro Caycedo agrega algunos detalles que hacen parte de esos relatos de buen periodismo

Mientras se pueda ir al sitio y vivirlo lo más intensamente que se pueda, hay que tratar de hacerlo… El retrato se hace más desarrollando los caracteres psicológicos del personaje que haciendo descripciones que hablan de blondas cabelleras, profundos ojos azules. La descripción física no importa tanto como las cosas que la persona saca de adentro, las cosas de su personalidad. (Castro, 1999, p. 6).

Información en cada párrafo, colores, sabores, olores para acercarse a la realidad. Visitar el sitio en el que ocurrieron los hechos y, además de la descripción física, meterse en la psicología de los personajes.

Función de la crónica

Dentro de la gama de géneros periodísticos, la crónica cumple la función de narrar, y este hecho es su objetivo. La crónica exige, por naturaleza, la imaginación e interpretación del periodista, ingrediente indispensable para encontrar el modo, la forma, la estructura más eficaz, más clara de hechos noticiosos, actuales o actualizados, donde se narra algo, al propio tiempo que se juzga. La crónica debe ser informativa-noticiosa-narrativa. La narración que tiene una crónica es el toque personal que le impone el cronista, quien da su apreciación personal, mas nunca tergiversa la realidad.

La noticia y la realidad son el hilo conductor de la crónica, tomando elementos de la literatura para la construcción de una historia, sus límites estilísticos convergen en no sobrepasar a la ficción. La claridad es obligatoria en la crónica periodística, porque es el toque final de ese producto noticioso. A pesar de estas restricciones la crónica ofrece una amplia gama de posibilidades.

Tomás Carrasquilla en uno de sus Discos cortos, publicado en El Bateo de Medellín, en 1922, plantea acerca de la crónica

Esa literatura de periodismo que llaman crónica, sin serlo, no es tan fácil de farfullar como parece. Prescriben los maestros en el arte que el tal escrito ha de ser corto al par que animado y decidor, prescriben que no ahonde en el asunto; que no se meta demasiado en gravedades ideológicas; que al concepto e idea no se le dé solemnidad; que la forma sea elegante sin ramplonería; que todo esté a los alcances del iletrado y al gusto del entendido. Total: una gentileza entre veras y chanzas.

En verdad que esos preceptos son harto hermosos. Bastara su hermosura el prescribir, por su espíritu, la pedantería hórrida, la erudición pesetera y las retóricas de escuela; bastara el proclamar, como proclama, la espontaneidad y sencillez, factores eficaces del arte.
Sólo que al ajustarse a este norma de verdadera selección apenas si le es dado a uno que otro mortal. En efecto, hacer en pocas líneas algo significativo y alto; elaborar como en el aire por las solas inspiraciones del buen gusto y de la discreción es labor para ingenios peregrinos. (Carrasquilla, 1922, p.158).

Carrasquilla es consciente de lo difícil que es hacer una buena crónica y menciona una cantidad de condiciones que deben cumplirse, además llega a elementos esenciales de la crónica, es necesaria la investigación, pero no es suficiente. Hace falta, además, la sensibilidad.

[1] La crónica nació en Colombia con la llegada de los llamados Cronistas de Indias, normalmente sacerdotes que venían a catolizar a los nativos y que registraban lo que veían en el Nuevo Mundo. Pero la crónica tiene un origen más remoto, algunos teóricos lo ubican en la Biblia, pero hay otros que lo sitúan en el origen de las civilizaciones.

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